martes, 28 de septiembre de 2010

¿ Qué Tipo de Mujer Eres ?


¿Una mujer fuerte, o una mujer de fortaleza?

Una mujer fuerte hace ejercicios todos los días para mantener su cuerpo en forma...
mientras que una mujer de fortaleza se arrodilla a orar,
para mantener su alma en forma...

Una mujer fuerte no teme a nada...
mientras una mujer de fortaleza demuestra valor
en medio de su temor...

Una mujer fuerte a nadie permite que le quite lo mejor de ella...
mientras que una mujer de fortaleza da lo mejor de sí a todos...

Una mujer fuerte comete errores y los evita en el futuro...
mientras una mujer de fortaleza se da cuenta que los errores en la vida - también pueden ser bendiciones de Dios, y aprende de ellos...

Una mujer fuerte camina con pasos seguros...
mientras una mujer de fortaleza sabe que Dios la ayudará si cae...

Una mujer fuerte muestra en su rostro una expresión de confianza...
mientras una mujer de fortaleza muestra una expresión de gracia...

Una mujer fuerte tiene fe en que tiene fuerza suficiente para el viaje...
mientras una mujer de fortaleza tiene fe que el viaje la hará más fuerte...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Discípulos de Cristo

“Y (Jesús) decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” 
Lucas 9:23


¿Alguna vez te has preguntado qué quiso decir Jesús con estas palabras? ¿A qué se refería cuando hablaba de cargar nuestra propia cruz? Si analizamos este versículo podemos observar que la finalidad es seguir al Maestro y el primer paso para ello es querer hacerlo.

Los judíos en el tiempo de Jesús utilizaban la palabra “seguir” (en griego akaloutheo) para referir a los jóvenes que dejando su familia seguían a un rabí (maestro). A ese rabí daban toda devoción y lealtad, el rabí era en cierto modo como un amo, a quien servían y a quien escuchaban con atención. Su mayor deseo era aprender de él e imitarlo fielmente. Los seguidores estaban tan involucrados con su rabí que compartí an todo: tiempo, alimento, alojamiento, incluso el propio destino, sea de pena o de gloria.

Cuando Jesús dijo las palabras de Lucas 9:23, los discípulos ya sabían que su Maestro era el Mesías y cómo terminaría, pues Pedro lo había confirmado y Jesús acababa de anunciarles su muerte.

En estas circunstancias Jesús invita a sus discípulos a renovar su compromiso individual de seguirlo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”

¿Qué significa esto para nosotros hoy? Seguir al maestro implica negarse a sí mismo, dejar de lado el yo, subordinar al Maestro y su causa cualquier tipo de interés personal, incluso los más profundos y ocultos anidados en el interior de nuestro propio inconsciente humano. El tomar la cruz no es un hecho aislado en la vida del discípulo de Cristo, pues el versículo ya lo indica claramente: “Si alguno quiere venir en pos de mí… tome su cruz cada día”.

Este es un desafío cotidiano, que todo cristiano debe enfrentar a diario, cada vez que comienza un nuevo día, sin importar el resultado de la batalla del día anterior deberá alistarse para negarse a sí mismo una vez más.

La negación del yo y la carga de la cruz van de la mano y difícilmente pueden separarse. Lo primero implica un cambio de actitud frente a la vida, y como estamos dispuestos a vivirla (¿para mí mismo o para Cristo?), lo segundo implica pasar a la acción, con la actitud correcta poder llevar a la práctica lo que he decidido en mi corazón. Los cristianos nos quedamos muchas veces en lo primero. Racionalmente negamos el yo, deseamos subordinarlo a Cristo y dejarnos llevar, pero cuando llega el momento de actuar, nos resulta difícil pasar de la comodidad de la teoría de la negación a la acción de cargar la cruz.

Internalizar la negación del yo es todo un proceso que comienza con la conversión de la persona y necesita tiempo de madu ración y puesta en práctica, no es posible de lograr sin la asistencia del Espíritu Santo. El grado de compromiso con la causa y su Maestro se ven claramente reflejadas en cuántas veces a diario, dejamos de lado lo que nos ocupa y dedicamos nuestro tiempo, esfuerzo y energías a cargar una cruz en beneficio de otro y en pos de la causa de aquél que la cargó primero.

Si esto nos pesa, no podemos decir que somos verdaderos discípulos de Cristo. Pues podríamos tal vez con nuestras propias fuerzas y duro empeño “soportar” algún tiempo todo esto de la negación y la carga de la cruz, pero llegará un punto en donde ciertamente dejaremos de seguir al Maestro. Nadie que siga a Cristo por obligación puede ser apto para el reino de Dios.

El verdadero discípulo es aquél que enfrenta con gozo el diario desafío de vivir con y para Cristo, es aquél que tiene convicción de que no hay nada por lo que valga la pena vivir y morir que no sea la causa de su Maestro. A un discípulo así no hay tormenta que lo asuste ni trabajo que lo canse, pues de todas las ofertas que hace el mundo y de todas las causas nobles por las que podría luchar, ha elegido una que trasciende su propia existencia humana y tiene implicancia eterna: la causa de Jesucristo: reconciliar al hombre con Dios.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Siete Pasos para una Fé Eficaz

La fe mira hacia Dios. La fe ve el poder de Dios. La fe se apoya en la Palabra de Dios. La fe reclama las promesas de Dios. La fe opera en el poder de Dios. La fe es Dios desde el principio hasta el fin. Nace en su corazón y la planta en nuestro corazón. 

Por eso la fe es nuestra victoria porque: 

“Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

1. Edificar nuestra relación con el Padre
Cuando Jesús enseñó a sus discípulos cómo orar les dijo que orasen a su Padre en el cielo (Mateo 6:9). 

Somos hijos de Dios (Romanos 8:16). La confianza en nuestro Padre celestial es la base de nuestra fe. 

Cualquier cosa que rompe esta relación rompe la fe (1 Juan 3:21-22).

En el corazón de la fe necesita haber una relación abierta entre Dios nuestro Padre y nosotros como sus hijos. 

Venimos para pedirle cosas de mucha importancia. Necesitamos poder mirarle a los ojos y saber que existe una confianza entre nosotros (1 Juan 1:8-9) La fe obra mejor en un papel en blanco, por lo tanto, necesitamos mantener nuestra cuenta al día, diariamente con nuestro Padre en el cielo.

2. Escuchar a Dios
La fe depende del oír la Palabra de Dios. Una vez que hayamos oído la Palabra de Dios sobre el asunto, podemos permitirnos el lujo de esperar su respuesta, no importa el tiempo que tarde. Es importante esperar la Palabra de Dios, probarla y guardarla, para asegurarnos de que estamos en terreno de fe.

3. Construir tus Ebenezers
En el Antiguo Testamento, los Ebenezers eran pilares de piedra apilados como testigos de la ayuda que Dios había dado, por ejemplo, 1 Samuel 7:12. Estos servían como testimonio, para aquella generación y generaciones futuras, de la bondad de Dios.

La fe se construye sobre la fe. Cuanto más sigues en fe, tantos más testimonios tienes personalmente del poder salvador de Dios. Este es el motivo por el que los verdaderos hombres de fe no pueden ser estremecidos en su confianza en Dios.

Pueden llevarte de gira por sus Ebenezers. Es necesario, a veces, ir y mirar de nuevo en fe, las cosas que Dios ha hecho por nosotros en el pasado. Están allí y se mantienen como testigos incuestionables de la bondad de Dios.

4. Usar los dones del Espíritu Santo
Si lees 1 Corintios 12:7-11 descubrirás que Dios ha provisto toda una gama de dones que son útiles para la vida de fe. Existe el entendimiento y conocimiento espiritual; y los dones de discernimiento y de fe.

Todos son una parte de la provisión de Dios para la vida de fe y están disponibles a todos los que los busquen y los necesiten. El don de lenguas es particularmente apropiado cuando buscamos la opinión de Dios sobre un asunto determinado. Necesitamos dar sitio para que el Espíritu Santo de Dios opere porque El sabe cómo orar (Romanos 8:26).

5. Pedir en fe
Jesús enseñó:
Pedid y se os dará; busca y hallaréis; llamad, y se os abrirá. (Lucas 11:9)

La fe es conocer la voluntad de Dios y sencillamente, entrar en ese conocimiento ante el Padre para confirmar ese ruego. La mayoría de la gente ora sin conocer y, por lo tanto, no está segura si su oración será contestada o no.

La parte del ejercicio de fe más desafiante, y a veces el más prolongado, no es el pedir en fe; sino el proceso de llegar a estar seguro en la fe. Una vez que estés seguro, existe una gran paz y certeza en el Espíritu y no importa, en un sentido, el tiempo que tarde para que la respuesta aparezca en la práctica (Marcos 11:24).

6. Ganar la liberación de Satanás
Es necesario reclamar los recursos de Dios para su propio uso. Satanás domina grandemente las áreas de finanzas y poder. Intenta retener lo que es legítimamente de Dios y mantener al pueblo del Señor en pobreza y necesidad en su obra para el reino. Esto no es correcto y necesitamos aprender a prevalecer contra el diablo, en alabanza y adoración para librar estas cosas de su mano.

Este es el por qué necesitamos aprender a dejar que el enemigo se entere de nuestras oraciones. No le pedimos nada, sino que le dejamos saber que no vamos a permitir que retenga ninguna cosa buena que pertenezca a Dios.

El temor muchas veces es un factor que impide a la gente moverse en la fe. Esto no viene de Dios (2 Timoteo 1:7). Necesitamos ver que en Jesús nos ha sido dada la autoridad de vencer al enemigo y librar los recursos necesarios en su nombre. (Colosenses 2:15; Colosenses 3:17).

7. Volver a la primera Palabra
En el período después de recibir la garantía de fe, muchas veces somos vulnerables al ataque por medio de semillas de confusión. En tales momentos necesitamos volver a la palabra de garantía.

Dios no es un Dios de confusión sino de orden. Si tienes problemas reales, entonces coge tu dificultad y compártela con una persona de fe en quien sabes que puedes confiar (Isaías 55:11-13).
Jesús dijo: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:8)

sábado, 4 de septiembre de 2010

El Poder de un Libro

“ El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”
Marcos 13:31.


“La palabra del Señor permanece para siempre.”
1 Pedro 1:25.


Se estima que en el mundo se hablan más de 6.000 lenguas. Hasta 2007, la Biblia completa fue traducida a 430 idiomas, el Nuevo Testamento a 1.140, y algunas porciones de la Biblia a otras 860 lenguas. Esto quiere decir que se puede leer la Palabra de Dios en parte o en su totalidad en 2.430 idiomas. Si tu la puedes leer en tu propia lengua, es un privilegio porque otros 3.500 etnias todavía no tienen.

En muchas partes donde este Libro ha sido leído se han producido efectos extraordinarios. La Biblia nos da a conocer los pensamientos y el amor de Dios; penetra en nosotros, forma nuestro corazón y espíritu, nos muestra cómo vivir conforme a la voluntad divina.

¿Has oído alguna vez a alguien que diga: «Yo era un bebedor, la vergüenza de mi familia y una plaga para la sociedad, pero me puse a estudiar las matemáticas, la botánica o un libro de moral y desde ese momento cambié completamente?». Sin embargo podríamos hallar no una, ni diez, ni cien, sino miles de personas que le dirán: «Yo era un desdichado, vivía atormentado y sin esperanza hasta el día en que conocí el maravilloso poder de la Biblia. A través de él mi vida cambió, fui liberada de mis vicios, la paz entró en mi corazón y en mi hogar». Es un milagro que ese Libro hace diariamente.

¿Pensamos que los «progresos de la civilización» van a traer los mismos resultados? Aun si somos de aquellos a quienes se les llama «buena gente», todos somos pecadores ante Dios y necesitamos un Salvador.


“Con el uso se Revelará Su Poder”


El físico italiano Volta (1745–1827) hizo importantes descubrimientos acerca de la electricidad. Cierto día, cuando hablaba con un grupo de científicos acerca de sus experiencias, se le interpeló diciéndole: –Su fluido (posteriormente llamado electricidad) es muy interesante, pero no vemos en qué podría ser utilizado. –Con el uso se revelará su poder, respondió Volta. Y el tiempo le dio la razón; hoy nadie lo puede poner en duda.

Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios: Con el uso se revela su poder.
Ella cambió la historia y continúa teniendo mucho que decir a nuestra generación. Es el libro que transforma la vida de una persona para bien, cuando ésta recibe, acepta y vive su consejo. Su lectura comunica el divino remedio a los tan variados sufrimientos humanos y responde a las más angustiosas preguntas. Su aplicación cambia las maneras de ver las cosas y purifica las conciencias.

Pero, es necesario utilizarla (ponerla en práctica), para que su poder se reproduzca en nuestra vida. Leer la Biblia con fe, creyendo a lo que ella nos dice, nos pone en contacto con Dios y nos trae la paz y una profunda dicha, porque Dios es la fuente de la vida. Él es el Dios bienaventurado y el Dios de paz.


¿Qué más se puede aportar a la verdad expuesta en estos dos pensamientos?
Nada; excepto la experiencia y el consejo de todos aquellos que hemos experimentado el Poder de la Palabra de Dios, después de que las circunstancias nos obligaron a creerla, a utilizarla y por ende, a ponerla en práctica.

Dios te ama! Por ello te dejó Su Consejo (Biblia).
Te recomiendo valorarlo y aplicarlo.
¡Bendiciones!

La Mejor Historia que Nadie Habla Acerca del Titanic

Era el 15 de Abril de 1912, cuando el HMS Titanic se hundió bajo las frías aguas del Atlántico Norte, llevando con él a 1517 vidas. El más grande y lujoso barco de su época se fue, recordándole al mundo la fragilidad del ser humano. Pero hay más en el hundimiento del Titanic que una trágica historia, hay una historia de heroico valor y fe inconmovible.

John Harper había abordado el Titanic cuando este fue puesto en el mar de Southampton, Inglaterra, en su viaje inaugural. Un evangelista original de Glasgow, Escocia. Era bien conocido en el Reino Unido como un predicador apasionado y carismático que guió a muchos a Cristo por medio del don de la predicación. En 1912, el reverendo Harper recibió una invitación para predicar en la iglesia de Moody en Chicago, Estados Unidos. El 11 de abril de 1912, John Harper abordó el Titanic.

Algunas de las personas más ricas del mundo estaban abordo. Mientras muchos pasajeros hablaban de tratos de negocio, adquisiciones y deseos materiales, John Harper estaba diligentemente compartiendo del amor de Cristo con otros. En los días que precedieron a la tragedia, sobrevivientes reportaron ver que Harper vivía como un hombre de fe, hablando palabras bondadosas y compartiendo el amor de Cristo.

En el anochecer del 14 de abril, al tiempo que los pasajeros bailaban en el salón de baile y probaban su suerte en la mesa de casino; John Harper ponía a su hija en la cama y leía su devocional de la misma manera que lo hacía cada noche. A las 11:40 p.m., el Titanic golpeó un Iceberg. El barco “Inundible” estaba sentenciado. Algunos en incredulidad o desinformados en ese momento, continuaron en sus deleites. No fue hasta que la tripulación del barco envió una serie de llamadas de angustia que los pasajeros se dieron cuenta de cuan seria era su situación. Entonces el caos se desató. Todo fue tan rápido. Pero la actitud de John Harper deja un ejemplo histórico de fe y coraje. Harper despertó a su hija, la levantó y la arropó con una manta llevándola a la cubierta. Allí le dio un beso de despedida y se la entregó a un miembro de la tripulación quien la puso en el bote salvavidas número 11. Harper sabía que nunca más vería a su hija de nuevo. Su hija sería dejada en un orfanato a los 6 años de edad.

Harper entonces le dio su chaleco salvavidas a un pasajero, finalizando con otra oportunidad para sobrevivir. De un sobreviviente sabemos que él llamaba: “mujeres, niños e incrédulos a los botes salvavidas”. Él comprendía que había algo más importante que sobrevivir a este terrible desastre. Sabía que estaban aquellos que no estaban preparados para enfrentar la eternidad.

Así como el sonido de terror y desesperación continuó, Harper se enfocó en su propósito dado por Dios. Los sobrevivientes reportaron haberle visto sobre la cubierta de rodillas, rodeado por pasajeros aterrorizados, orando por su salvación.

A las 2:40 a.m., el Titanic desapareció debajo del Atlántico Norte, dejando una nube de humo y espuma sobre su tumba y, trágicamente sobre otras 1000 personas, incluyendo a Harper, quienes luchaban por sus vidas en el agua helada. Harper se dirigió a una pieza flotante del resto del naufragio para subirse sobre esta. Rápidamente nado hacia cada persona que podía encontrar insistiéndoles, a pesar de sí mismo, a que pongan su fe en Jesucristo. Mientras moría forzaba a otros a encarar lo tonto de sus propósitos de vida; la meta de John Harper de ganar gente para Cristo se convirtió en lo más vital.

En el agua, John Harper se movía lo mejor que podía, hablando a la mayor cantidad de gente como le era posible. Su pregunta era: “¿Eres salvo?”, y si ellos no eran salvos o no comprendían esta terminología, tan rápidamente como podía le explicaba el evangelio.

Pronto John Harper sucumbió en el helado mar; pero aun en sus últimos momentos, este infatigable hombre de indesteñible fe continuó su propósito de vida, ganar almas perdidas.

Una persona recordó, “soy un sobreviviente del Titanic. Fui una de las seis únicas personas que rescataron del agua de las 1517 que estaban tiradas en las frías aguas en esa horrible noche. Como cientos alrededor de mí, me encontré luchando en las aguas oscuras del Atlántico Norte. El gemido de los moribundos estaba resonando en mis oídos cuando allí flotaba cerca a mí un hombre quien me llamó diciendo: «¿Salvaste tu alma?». Entonces le oí llamar fuertemente a otros que estaban como él; todos alrededor de mí se hundieron bajo las aguas. Allí, solo en la noche, con dos millas de agua debajo de mí clame a Cristo para que salve. Soy el último convertido de John Harper”.