miércoles, 6 de abril de 2011

¿Tienes la misma opinión que Dios sobre ti misma?



Dios miró desde la eternidad. Él te vio. Vio todo lo que había creado y todo lo que crearía alrededor tuyo. Vio la necesidad específica que tú estarías destinada a pasar en este mundo.

Vio todo el conjunto de rasgos y habilidades que necesitarías para que se cumpliera el propósito de Dios en tu vida. Sabía qué tipo de ambiente sería necesario para que desarrollaras apropiadamente los dones que Él te daría.

Dios miró, y entonces te creó. "Y vio Dios que su creación era buena".

¿Tienes la misma opinión que Dios sobre tú misma?
Es importante que aprecies la forma en que Dios te creó, porque los demás te van a tratar de la misma manera que tú te trates a ti misma. Te van a respetar sólo hasta el grado en que te respetes a ti misma.

Si atraes a personas que no te tratan bien, siento decirte que tú eres la principal sospechosa en este caso.

¿Qué tipo de mensaje envías para que les permitas tratarte tan mal?
A fin de que la gente te trate bien, debe haber algo en lo profundo de tu ser que envíe una señal que diga: "Soy alguien, porque Dios me hizo para ser alguien. Puede que no tenga veintiún años o vista una talla siete. Puede que tenga setenta y uno y vista una talla veintisiete. Pero soy alguien". Cuando envías una señal como esa, la gente la capta.

Hay algo que emana su espíritu, que realza su presencia en medio de la gente.

Una cualidad de la fuerza interior es lo que te hace atractiva; lo que hace que otras personas te reconozcan, te presten atención; lo que las mueve a preguntar cuando entras en una habitación: "¿Quién es ella? No preguntan porque tu vestido sea muy elegante, sino debido a lo que emana de tu carácter.

El proyectar ese tipo de fuerza no es arrogancia ni orgullo. Es un saludable sentimiento de autoestima y el poder del Espíritu de Dios que llevas adentro.

La forma en que te aprecias a ti misma ejerce un impacto sobre todo lo que haces. Afecta la forma en que te sientas en un aula, o solicitas un trabajo, o le hablas a la gente en una actividad social, o llevas a cabo el ministerio que Dios te encomendó. Puede aún afectar la forma en que oras y la manera en que estudias la Palabra de Dios.

Si piensas que no eres nadie, que no tienes valor ni futuro, vas a orar con menos poder y vas a suponer que las promesas de Dios son para todo el mundo menos para ti.

Dios quiere que aprecies lo que quiso que fueras cuando te creó y que desarrolles lo que te dio. No quiere que trates de cambiar lo que te dio por lo que dio a otro o a otra. Eres una combinación única de talentos y dones y carácter; y te corresponde un destino único sobre la tierra.

¡Eres alguien muy valiosa!

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